De entrada nos encontramos con algunas de las cimas más emblemáticas de los Pirineos, como el Puigmal, el Taga, el Bastiments o el Costabona, ideales para hacer excursiones espectaculares. Estamos en la comarca del Ripollès, que, además de un medio natural espléndido, nos ofrece un rico patrimonio cultural y románico en poblaciones como Camprodon, Sant Joan de les Abadesses y Ripoll, con monasterios de gran importancia en la historia de Cataluña (ver el GR 1).

Siguiendo los meandros del Ter llegamos a la comarca de Osona, donde el río, que hasta ahora bajaba de norte a sur, cambia de dirección para dirigirse hacia el este.

En esta zona encontramos numerosos testimonios del aprovechamiento del río, concretamente en las colonias de Borgonyà y Vila-seca pero también en la ciudad de Manlleu (Museo Industrial del Ter, presa de La Teula y canal industrial...). Mientras atraviesa la llanura que rodea Vic, el itinerario no pierde en ningún momento de vista la media montaña, con un sector de la Serralada Transversal —la sierra de Milany y el altiplano del Collsacabra— como silencioso acompañante.

Rodeados por el paisaje de las Guilleries y el Montseny, en el que se enmarca la leyenda del mítico bandolero Serrallonga (ver el GR 178), seguimos los pantanos de Sau y Susqueda a través de una pista que enlaza ambos embalses y que nos deja en la comarca de la Selva, al pie de una vía verde que nos lleva hasta el paisaje más urbano de la ruta: las ciudades de Salt y Girona. Aquí, el recorrido se allana e invita a hacer una parada para visitar el barrio antiguo gerundense, con edificios históricos de gran interés y el conjunto que configura el barrio judío.

Al final del recorrido nos espera la llanura agrícola del Baix Ter, formada por un mosaico de campos cultivados alternados con pequeños núcleos de población, como Colomers, Jafre, Verges o Ullà. El itinerario se acaba en los humedales litorales que bordean la desembocadura del río hasta la playa de L’Estartit, en el corazón de la Costa Brava.